“En el otoño de mi vida, yo debería ser un escéptico. Y en cierto modo lo soy. El lobo nunca dormirá en la misma cama con el cordero. Pero de algo estoy seguro: si conseguimos que una generación, una sola generación, crezca libre en España, ya nadie les podrá arrancar nunca la libertad. Nadie les podrá robar ese tesoro.”
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“- Cuando uno se muere... ¿se muere o no se muere?
- ¿En su casa qué dicen?
- Mi madre dice que los buenos van al cielo y los malos al infierno.
- ¿Y su padre?
- Mi padre dice que de haber juicio final los ricos irían con sus abogados, pero a mi madre no le hace gracia.
- ¿Y usted que piensa?
- Yo tengo miedo...
- ¿Es usted capaz de guardar un...” (continúa) (seguir leyendo)
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“En los libros podemos refugiar nuestros sueños para que no se mueran de frío.”
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“La naturaleza, amigos míos, es el espectáculo más sorprendente que puede mirar el hombre.”
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“El trabajo es un castigo. La Biblia lo dice. Lo impuso Dios y, que sepamos, no lo ha levantado.”
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“Hay que intentar que las grandes ideas parezcan pequeñas, superficiales, cotidianas.”
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“El periodista debe escribir a gran velocidad porque si no corre el riesgo de que, al llegar al último renglón, ya no tenga actualidad el primero.”
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“El cine es un vehículo de expresión, pero no estoy muy seguro de que sea un arte.”
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“En el oficio de actor el éxito o el fracaso suelen venir muy acompañados de la casualidad.”
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“En España no solo funcionan mal los que mandan, sino también los que obedecen.”
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“¿La amistad entre un hombre y una mujer? Sí, la entiendo, mientras no sea yo el amigo.”
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“Las mujeres bondadosas no suelen tener gancho; las que lo tienen son las que te pueden destruir, como la Dietrich.”
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“Me retiré del teatro porque los espectadores me molestaban.”
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“Mi proyecto vital ha sido vivir de rentas, pero no lo he logrado.”
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“Tengo fama de gruñón. Lo reconozco y al mismo tiempo lo lamento. En cualquier caso, ya no estoy en edad de corregirme”
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“Yo creo que puede existir perfectamente una amistad entre un hombre y una mujer, siempre que este hombre no sea yo.”
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“Seis, ocho millones de espectadores. Estas son cifras con las que nunca pudo soñar ningún director teatral o novelista y menos aún Esquilo, Sófocles o Eurípides.”
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